Viento helado

La nieve le cubría hasta las rodillas y la tempestad mordía su rostro con agresividad, pero aquello no le impidió asestar un violento golpe y desencajar la mandíbula de aquella criatura putrefacta que intentaba arrancarle el corazón, no quería estar allí, deseaba volver a su cálida tierra, ya había cumplido juramento en el pasado, ¿Por qué volver aquel lugar abandonado de la mano de luz? El deber, siempre era el deber, se repetía una y otra vez para convencerse a sí mismo mientras partía por la mitad con su espada aquel resurgido y cargaba contra otra de aquellas criaturas. ‘No puedo ganar esta guerra sin ti, viejo amigo´´ ``Solo tu puedes liderar este grupo´´ ``él te necesita´´

La tarde se presentaba cálida, era primavera y el viento arrebataba las gotas de sudor de la frente del tauren que golpeaba casi con ritmo ensayado el acero que trabaja en la forja. La gruesa mano que en el pasado empuñaba la poderosa espada Luz de rio ahora sujetaba un martillo de herrero, no era de sus mejores trabajos pero la hoja de lanza estaría lista para que algún valiente de Cima Trueno la empleara pronto contra los centauros .Cierto fue que Colvar había abandonado los estandartes de la Horda, cuando a sus oídos llegó la noticia de la muerte de Caernie , Trhall dejaba su puesto de jefe de guerra para cederlo a otro, muchos tauren no lo aprobaron, este era uno de ellos, pero no era motivo para abandonar a los suyos, retirado de los conflictos contra la Alianza y retirado del servicio en la Cruzada Argenta una vez caído el Rey exánime , el veterano Colvar solo buscaba la paz entre su forja y algún paseo por las verdes praderas, de vez en cuando los jóvenes caminasol acudían a él para pedir consejo, pero hizo todo lo posible para alejarse de la guerra, había perdido más de lo que había ofrecido, no culpaba a nadie, pero no tenía más ambición en su vida que la de envejecer y morir en paz.
Claro todo esto le fue imposible cuando aquel día cuatro jinetes ondeando el estandarte de la Cruzada Argenta irrumpieron a golpe de corneta en la Aldea LLuviaseca, muchos de los habitantes se sorprendieron y asustaron, la mayoría de ellos no habían visto nunca humanos, mucho menos enanos.Todo el poblado dejo sus labores y rodearon a los extraños que claramente se mostraron cordiales y amigables, todos no, el tauren herrero continuó con su
oficio intentando ignorarlos, quizás a si no irrumpirían en su santuario de paz.
Pero se trataba de ``Clarens cuatro dedos´´ un paladín de Ventormenta con el cual Colvar hizo su instrucción en la cruzada, su apodo se lo ganó cuando consiguió escaparse y liberar a unos compañeros rompiéndose los meñiques para librarse de los grilletes, había sido un digno aliado en las campañas pasadas, pero también era conocida su fama como manipulador.
-Los años te tratan bien Colvar viejo amigo-
-No mejor que a ti, veo por tus galones que eres teniente-
-Bueno ya sabes, siempre se me dio bien la gloria y la fama-
Ambos se observaron un instante, habían pasado más de diez años, pero el uno encontró en el otro lo que esperaba, Clarens traía malas noticias en aquellos ojos color esmeralda, por otra parte Colvar reflejaba en los suyos una vida cansada.
-Ya entiendo porque no te gustaban los castillos, tu tierra es preciosa, muy campestre creo que soy de los pocos humanos que la han visitado y me alegra que tu Horda no nos haya rebanado la cabeza. Las cosas sin Trhall están más tirantes que nunca-
-Déjate de zalamerías y halagos ¿Qué quieres de mí, cuatro dedos? Debe ser importante cuando has hecho tan largo viaje-El tauren volvió a su forja dándole la espalda al paladín.
-Necesitamos a un veterano experimentado para que lidere. Bueno a un grupo de soldados de la cruzada ¿Quién mejor que tú?-Sus palabras sonaron melosas mientras observaba distraído a unos jóvenes tauren que curioseaban las armaduras del resto de jinetes.
-La respuesta es no, tenéis gente cualificada en la orden, si esto es un ardil para que regrese, siento decirte que has perdido el tiempo- La contestación del tauren aunque tranquila ganó fuerza con el golpear el martillo que por su repiqué reflejaba el enojo de su portador.
-No es tan sencillo amigo mío, se trata de Harrison, ha desaparecido-
El martillo partió en dos el acero que estaba moldeando, todos guardaron silencio, sobré todo Colvar.
Cuando era más joven, Colvar demostró tener el favor de An’she y ser diestro con las armas, fue escogido como valiente a temprana edad y cuando la Cruzada Argenta llamó a todo guerrero que pudiera blandir un arma contra la plaga él respondió. Allí comenzó una instrucción militar y conoció a Harrison un paladín que se fijó en sus habilidades y curioso por conocer más sobre los tauren lo tomó bajo su tutela, comprobando que aquellas criaturas enormes con aspecto taurino no eran bestias, podían aprender y razonar, instruyo al joven en tácticas militares, asedio y sobre todo a manejar ciertas habilidades otorgadas por la luz, si Colvar tuviera que sacrificar su vida por algún humano, Harrison sería el escogido, su entrega y sacrificio por el indefenso ,fascinó a un joven caminasol que después de tantos años estaba en deuda con él, ahora el honor le exigía socorrer a quien tantas veces le había salvado en el campo de batalla años atrás. El viento no volvería a soplar cálido para Colvar.